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Datos sobre violencias en Colombia

En Colombia Medicina Legal reveló que cerca de 11.441 niños han sido víctimas de violencia infantil en 2023. La entidad precisa que el abuso sexual registra más casos (6.007), seguido de la violencia intrafamiliar (1.844). En muchas situaciones la violencia se genera en los círculos más cercanos de los niños, niñas y adolescentes siendo la familia o amigos cercanos a la familia los que generan este flagelo.

DATOS GLOBALES SOBRE LA VIOLENCIA INFANTIL

De acuerdo con del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) reportó datos realmente preocupantes. Desde 2005 hasta 2020: 104.100 niños y niñas muertos o mutilados: Entre 2014 y 2020, la ONU ha verificado más de dos tercios de estos incidentes, con una media de 10.500 niños muertos o mutilados cada año.

93.000 niños y niñas reclutados: Las partes en conflicto reclutaron y utilizaron más de 93.000 niños. Entre 2016 y 2020, la ONU comprobó el reclutamiento y la utilización de una media de 8.756 niños al año (8.521 en 2020).

25.700 niños y niñas secuestrados: Más de 25.700 niños han sido abducidos. Dos tercios de los casos revisados por la ONU en los últimos 16 años se han producido entre 2014 y 2020, con una media anual de 2.414 niños y niñas secuestrados (3.202 en 2020).

14.200 niños y niñas víctimas de violencia sexual: Más de 14.200 niños han sido víctimas de violaciones y otros tipos de violencia sexual. El promedio anual es de 890 víctimas infantiles, y 2020 fue el año en que se produjo el registro más elevado, un total de 1.268. Sin embargo, esta cifra no refleja la magnitud real, ya que los casos de violencia sexual no suelen denunciarse en toda su amplitud.

14.900 índices de denegación de acceso humanitario: Reconocen más de 14.900 casos de denegación de acceso a la ayuda humanitaria. Alrededor del 80% de los incidentes tuvieron lugar en los últimos cinco años.
13.900 ataques a escuelas y hospitales: Se han verificado más de 13.900 ataques a escuelas y hospitales. Casi tres cuartas partes de estos incidentes afectaron a instalaciones educativas, a su personal y a sus alumnos, con una media anual de 873 ataques, de los cuales 1.032 se produjeron entre 2016 y 2020.

En muchos casos, estos niños, niñas y adolescentes no tienen acceso a una atención psicológica oportuna que le permita sanar las heridas emocionales y psicológicas generadas por las situaciones de violencia a las que se vieron expuestos. Generando consecuencias a nivel conductual o psicológico a corto plazo, padeciendo problemas somáticos (enuresis, encopresis, dolores de cabeza y dolores estomacales), retrasos en el desarrollo, problemas internalizantes (especialmente ansiedad y retraimiento), y especialmente, trastorno de estrés postraumático, ansiedad, jaquecas, irritabilidad, cambio en los hábitos del comer, pesadillas, fatigas, quejas somáticas difusas, miedo, vergüenza, problemas del sueño, culpa y signos y síntomas asociados a la vulneración (por ejemplo en casos de violencia sexual; masturbación excesiva o en público y conductas sexualizadas).

Identificar problemas externalizantes, que se expresan en aspectos como dificultades en las relaciones con pares o la disminución del rendimiento académico, conductas transgresoras o delictivas, trastornos de alimentación, consumo de sustancias psicoactivas, ideación, planeación y/o conductas suicidas o autolesivas.
Las afectaciones que experimentan las víctimas en el largo plazo síntomas relacionados a la ansiedad tales como, temores o dificultad para dormir, podrían agravarse y más, cuando la víctima no recibió una atención oportuna. De igual manera, hace referencia a los efectos durmientes, que se presentan en algunas víctimas que no manifestaron sintomatología inmediatamente después de ocurrida la situación de vulneración, sino que aparecen en un tiempo posterior con una etiología no muy clara.

A largo plazo, los niños, las niñas y adolescentes, presentan con mayor probabilidad, trastornos emocionales tales como: depresión, ansiedad, baja autoestima, pobre autoconcepto, déficit de habilidades sociales, dificultades en su sexualidad, incapacidad para defender sus derechos, desconfianza, desagrado por las fiestas e insatisfacción y problemas sexuales; así mismo, se ha encontrado que el desarrollo de trastornos disociativos y/o de personalidad (antisocial, dependiente, evitativo y esquizoide), pueden ocurrir como consecuencia de algún tipo de vulneración, además de marcados sentimientos de culpa o vergüenza.
La acomodación y adaptación psicológica del niño, niña o adolescente es necesaria para sobrevivir emocionalmente el período abusivo.

Este proceso de acomodación le permite al niño, niña o adolescente aislar la experiencia abusiva del resto de su vida olvidando o aparentando que la vulneración no ha ocurrido.
La forma más angustiante que se percibe como mecanismo de evasión de aquella situación intolerable, son los intentos de autoagresión, cutting o intentos de suicidio experimentados por los y las adolescentes víctimas de vulneración.